16 de Junio de 2023

Tenemos dos queridos amigos en Australia que están ayudando a liderar el creciente trabajo de Ananda allí. El hombre es una persona con gran apertura de corazón. Cuando hablamos con ellos recientemente, su esposa compartió que cuando están en público, a menudo un extraño se le acerca y le pregunta: ¿Te conozco? Parece que nos hemos conocido antes. En la mayoría de los casos, nunca se han conocido, pero hay una cualidad en nuestro amigo que lo hace sentir familiar, incluso para los extraños.

Observamos el mismo fenómeno cuando viajamos con Swami Kriyananda. La gente a menudo se le acercaba, sin tener idea de quién era, y le preguntaba si podía sentarse con él y hablar. Dentro de lo posible, Swamiji los escuchaba mientras compartían sus problemas y les ofrecía los consejos que podía.

¿Por qué las personas pueden sentirse tan cercanas y confiadas con un extraño? Hay varios factores en juego. Primero, como mencioné acerca de nuestro amigo australiano, la cualidad expansiva de su corazón toca a la gente en algún nivel. A través de la práctica de la meditación y la devoción, naturalmente comenzamos a proyectar nuestro amor a todos y todo lo que nos rodea. Otros sienten este amor y, aunque no está dirigido a ellos personalmente, se sienten atraídos por él.

Se atribuye una declaración notable a Buda: “Deberíamos tratar de amar a todos los que conocemos, porque durante el largo viaje de innumerables encarnaciones pasadas, hemos conocido y amado a cada uno de ellos”.

Los extraños también se sienten atraídos hacia nosotros cuando irradiamos paz, una cualidad que se desarrolla naturalmente a medida que aprendemos a estar más centrados en nosotros mismos. Una vez en la India con Swami Kriyananda, viajábamos juntos en un avión lleno de gente. Todos los asientos estaban ocupados, por lo que Swamiji se sentó unas cuantas filas detrás de nosotros. Al aterrizar, mientras nos preparábamos para desembarcar por la parte delantera del avión, se nos indicó que permitiéramos que los de las filas traseras salieran primero.

Cuando Swamiji pasó junto a nosotros en el pasillo, sonrió y asintió. Aunque estaba vestido con ropa occidental, en lugar de sus habituales túnicas ocres, irradiaba un aura de tranquilidad. Dos caballeros indios que estaban detrás de nosotros lo vieron saludarnos y preguntaron quién era. Después de que le explicamos, uno de ellos comentó: “India necesita más hombres así hoy”. Swamiji no había dicho una sola palabra, pero podían sentir la paz y la alegría de su conciencia.

A través de la práctica regular de la meditación, comenzamos a cambiar de maneras de las que tal vez ni siquiera somos conscientes. Una mayor capacidad para amar, una paz inquebrantable y un gozo profundo en todas las circunstancias: estas cualidades y muchas otras se vuelven parte de lo que somos. Es posible que otros no nos conozcan o no se den cuenta de lo que lo está causando, pero se sienten mejor en nuestra presencia.

El filósofo y escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson dijo: “Quien eres habla tan alto que no puedo escuchar lo que dices”. El mayor bien que podemos hacer en el mundo es llenarnos de esas cualidades —amor, paz, armonía, aceptación— que la humanidad necesita tan profundamente ahora. Aunque nunca necesitamos pronunciar una palabra, nuestra conciencia sintonizada con Dios tiene un gran poder para elevar a quienes nos rodean.

También es una práctica maravillosa compartir activamente el amor con todos, ya sea que sepas que no lo son. Busca la cara desanimada o el corazón solitario y ayúdalos a sentir que a alguien le importa. Cuanto más servimos como canales para el amor de Dios, más sentimos que ese amor fluye a través de nosotros. Como dijo el Maestro: “El canal es bendecido por lo que fluye a través de él”. Deja que el amor divino fluya a través de ti sin obstáculos y comenzarás a despertar a tu unidad con toda la vida.

Swami Kriyananda escribió una canción para niños que transmite maravillosamente este mensaje. Las palabras son:

Todo el mundo es mi amigo
Cuando aprendo a compartir mi amor—
Cuando extiendo mi mano y sonrío,
Cuando vivo desde arriba.

En la Amistad Divina
Nayaswami Devi